El Maestro en su recorrida matinal con su cámara de video captaba, entre los árboles, el contorno del horizonte del pico nevado de Orizaba desde el comedor, las expresiones de las flores que rodeaban la cámara secreta del Segundo Grado, camino al domo geodésico. Fotografiaba las murallas de bambú que cultivaba para la fabricación de bastones para el Wu-shu, mientras vigilaba de cerca a sus discípulos realizando sus prácticas.
“Cuando veo sus cuerpos, veo sus almas, cuando veo la forma, vivo la esencia”, les decía.
Luego al atardecer en el estudio antes de meditar se regocijaba pasando la filmación, donde proyectaba sobredimensionados los defectos del alma que reflejaban los cuerpos: Unos con sus pies retorcidos intentando hacer el loto invertido, otros escondiéndose entre la maleza para que no los vieran, se veían en ridículo y todos terminaban envueltos en una carcajada.
Le preguntó uno de sus discípulos: - Maestro, ¿por qué me hizo orar parado una hora y a otros los hizo sentar sobre las rodillas flexionadas?
- Despertar…poesía…éxodo, murmuró el Maestro.
Todos quedaron en un profundo silencio tratando de entender lo que él había murmurado.
Están dormidos, despierten!, ¿para cuándo van a realizar el Buddha? que significa ¡estar despiertos!, exclamó el Maestro...y viéndolos tan solemnes, les dijo:
- A tí, si a tí, el soberbio, que te sabes el Uno, por tu destreza y flexibilidad en las posturas de piso, tienes que realizar como los hebreos, el vínculo sagrado con el SER, el DOS, para Despertar PARA-DOS.
El Maestro volvió a dirigirse a otro de sus discípulos a su lado, dicéndole: A tí, por el contrario, tan humilde y obediente, que no puedes flexionar las rodillas, necesitas ser como el Musulmán, prostrado ante DIOS, para Despertar ZenTao. Ésa noche los discípulos se quedaron despiertos toda la noche riéndose de las anécdotas del día.
Sucedió que al amanecer, el Maestro sonriente puso la música de armonización como todos los días, mirando las últimas estrellas hacia el oeste en silencio, mientras que los discípulos aun dormían felices.
Por Sisul
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